Seguro que más de una vez os habéis preguntado porqué siempre sois vosotros los que os tenéis que apartar de la acera o modificar el rumbo cuando alguien va a interceptar vuestro recorrido. Seguro que pensáis que es un deber y una muestra de buena educación ceder unos centímetros y evitar así un choque, pero la verdadera razón por la que siempre tengamos que ser nosotros y no el otro, continúa siendo una incógnita.
Para intentar desentrañar los misterios de este extraño fenómeno estoy llevando a cabo un experimento singular. Harta de ser yo la que sin ningún motivo en especial siempre tiene que apartarse de su camino, decidí la semana pasada echar al asunto unos gramos de tozudez y concluí que a partir de ese momento no me movería de mi recorrido. Dicho y hecho.
Sin embargo, esto no iba a ser tan sencillo. El primer día me embargó una desazón terrible cuando vi que se dirigían directos hacia mí una pareja de unos cuarenta años, no tenían intención de ceder centímetros para evitar el choque, confiados en que, como siempre, la otra persona se apartaría sumisa bajo un sentimiento de falsa urbanidad. Yo me debatía entre dejar a un lado mi cabreo supremo para con todos los transeúntes o dar rienda suelta a mi deseo de comprobar hasta donde llega mi grado de tozudez. Finalmente ganó el segundo, alimentado por miles de situaciones en las que he tenido que ceder sin motivo.
Aquí me permito un paréntesis para aclarar un pequeño aunque importante punto que no me hará parecer un monstruo incívico. No me estoy refiriendo a no ceder cuando ves venir a un viejecito/a que no puede con las coplas de un ciego, una madre con el carrito del crío o alguien con una pata chunga; me estoy refiriendo a personas con las mismas capacidades que tú, ni más ni menos.
Hecho este inciso terminaré de relatar como acabó este encontronazo. Decidida a no variar ni rumbo ni velocidad por un paseo cual campo de trigo castellano, me di cuenta de que esto sería como el juego de a ver quién aguanta más tiempo frente a un coche que viene a toda velocidad. A menos de dos metros del inevitable choque, la pareja, desconcertada, tuvo que ceder centímetros para no chocarse con la chavala con cara de “pomes agres” que se les echaba encima. ¿Qué es lo que pensarían ante tal muestra de desvergüenza? no lo sé ni me importa, lo que si que sé es que posiblemente achacarían tal desconcertante situación al exceso de volumen de mis cascos unido a unas gafas de sol demasiado oscuras. Sea lo que fuere que pensaran, el caso es que esta nueva iniciativa me enseñó que a más velocidad, a cara con más mala leche y cuanto más oscuro sea el vestuario, más posibilidades hay de salir victorioso y de que no te pisoteen tu derecho a ir por la acera sin tener que variar el rumbo.
Aun a día de hoy sigo con el susodicho experimento y ya he podido sacar alguna conclusión interesante, si os cabrea que siempre seáis vosotros los que os tengáis que apartar, un consejo, compraros una muñequera con pinchos grandes y poned cara de mala leche, así nadie se arriesgará a tener un encontronazo con vosotros.
Para intentar desentrañar los misterios de este extraño fenómeno estoy llevando a cabo un experimento singular. Harta de ser yo la que sin ningún motivo en especial siempre tiene que apartarse de su camino, decidí la semana pasada echar al asunto unos gramos de tozudez y concluí que a partir de ese momento no me movería de mi recorrido. Dicho y hecho.
Sin embargo, esto no iba a ser tan sencillo. El primer día me embargó una desazón terrible cuando vi que se dirigían directos hacia mí una pareja de unos cuarenta años, no tenían intención de ceder centímetros para evitar el choque, confiados en que, como siempre, la otra persona se apartaría sumisa bajo un sentimiento de falsa urbanidad. Yo me debatía entre dejar a un lado mi cabreo supremo para con todos los transeúntes o dar rienda suelta a mi deseo de comprobar hasta donde llega mi grado de tozudez. Finalmente ganó el segundo, alimentado por miles de situaciones en las que he tenido que ceder sin motivo.
Aquí me permito un paréntesis para aclarar un pequeño aunque importante punto que no me hará parecer un monstruo incívico. No me estoy refiriendo a no ceder cuando ves venir a un viejecito/a que no puede con las coplas de un ciego, una madre con el carrito del crío o alguien con una pata chunga; me estoy refiriendo a personas con las mismas capacidades que tú, ni más ni menos.
Hecho este inciso terminaré de relatar como acabó este encontronazo. Decidida a no variar ni rumbo ni velocidad por un paseo cual campo de trigo castellano, me di cuenta de que esto sería como el juego de a ver quién aguanta más tiempo frente a un coche que viene a toda velocidad. A menos de dos metros del inevitable choque, la pareja, desconcertada, tuvo que ceder centímetros para no chocarse con la chavala con cara de “pomes agres” que se les echaba encima. ¿Qué es lo que pensarían ante tal muestra de desvergüenza? no lo sé ni me importa, lo que si que sé es que posiblemente achacarían tal desconcertante situación al exceso de volumen de mis cascos unido a unas gafas de sol demasiado oscuras. Sea lo que fuere que pensaran, el caso es que esta nueva iniciativa me enseñó que a más velocidad, a cara con más mala leche y cuanto más oscuro sea el vestuario, más posibilidades hay de salir victorioso y de que no te pisoteen tu derecho a ir por la acera sin tener que variar el rumbo.
Aun a día de hoy sigo con el susodicho experimento y ya he podido sacar alguna conclusión interesante, si os cabrea que siempre seáis vosotros los que os tengáis que apartar, un consejo, compraros una muñequera con pinchos grandes y poned cara de mala leche, así nadie se arriesgará a tener un encontronazo con vosotros.
5 comentarios:
Eres una hooligan,
hay una norma no-escrita en la que:
A) Siempre que haya un encontronazo entre dos grupos iguales de peronas tiene derecho a permanecer en su ruta la persona que más edad aparente
B) En caso de que hayan dos grupos de personas de diferente cantidad de personas y estos grupos sean pequeños (es decir, 2 o 3 personas como máximo) se aplica la regla de la media de edad de los componentes del grupo.
C) Las parejas cuentan como uno.
Ahí queda mi aportación,
yo suelo aplicar el reto de almas en el cruce de las miradas...
pero si tengo prisa soy como el agua me cuelo por donde puedo y si me encuentro obstaculo lo arroyo juas juas!
Vaklam vete a pasear a la estepa. Malaquita tiene razón.
XDDDDD
Qué bueno!
Fui a pasear por la estepa y cambié de dirección el blog a elsilenciodelconsultor.blogspot.com
Es todo un proceso de cambio en el que se le va a dar un lavado de cara a toda la imagen.
Saludos
Publicar un comentario