jueves, 28 de agosto de 2008

Teoría de la Relatividad

Simplificando un poco al gran físico teórico Albert Einstein, podríamos resumir uno de los puntos de su teoría de la Relatividad como la manera en que percibimos el espacio y el tiempo según la velocidad a la que nos movemos. Yo todavía recuerdo uno de los capítulos de Cosmos de Carl Sagan; en ese capítulo Sagan nos explicaba, con el simple ejemplo de un ciclista que viaja a la velocidad de la luz, el principio básico de la teoría de Einstein.

Yo simplificaré aun más la explicación de lo relativo del tiempo con una viñeta que me enseñaron hace un par de días.

“Un segundín” para un internauta en pleno frenesí enjutomojamutístico es media hora para el resto de la humanidad imbuida en sus quehaceres. No pondré más ejemplos, ya que bien podéis ver la tabla de equivalencias relativistas, solo decir que esta es una manera muy clara de ver como el tiempo se percibe de manera diferente según estemos delante del ordenador o esperando a que la persona conectada deje de una puñetera vez el PC para volver al mundo real.

sábado, 23 de agosto de 2008

Los amigos de la sinrazón



Qué nos hace mirar, aunque sea de reojo, el horóscopo? ¿Por qué no queremos pasar cerca de un gato negro? ¿Por qué tenemos predilección por un número concreto y huimos de otros? Podría seguir la lista de preguntas de por qué los humanos seguimos teniendo comportamientos supersticiosos aun a sabiendas de qué estos ritos no han sido demostrados. No hay una razón lógica por la que un gato negro nos pueda traer mala sueste y, yendo más lejos ¿existe la mala suerte? ¿Hay espíritus que nos pueden maldecir si no cumplimos según que preceptos?
Siguiendo el hilo del argumento del gato, se puede concluir que esta superstición es histórica, igual que otras muchas, unas supersticiones históricas que actualmente no tienen sentido. ¿Acaso seguimos creyendo que las tormentas destructivas son un castigo de los dioses? Por supuesto que no, nosotros sabemos que ocurren porque unas circunstancias totalmente explicables se han unido.
También somos conscientes de la extensión del universo, de que el Sol está en el centro del Sistema Solar, de que este mismo Sol es una estrella minúscula de los cientos de miles que forman nuestra Galaxia, que ésta es una entre los cientos de galaxias que pueblan nuestro universo conocido. Aparte de esto también sabemos que las constelaciones son agrupaciones de estrellas hechas por los antiguos griegos para poderse orientar y estudiar el cielo; que estas constelaciones rijan nuestra vida no tiene ninguna sustentación lógica. Si que está demostrado que el Sol y la Luna pueden influir en nuestro estado anímico, pero ya está.
Los seres humanos tenemos afición por encasillar y el horóscopo es una maneras de categorizar a los individuos y poder explicar sus acciones. Si que es cierto que puede que todos los Aries que conozcamos compartan unas mismas características, pero pregunta al Tauro que conoces si también es perseverante y amistoso. Solo vemos en nuestro grupo lo que nos han hecho creer que es común a nuestro signo, ignorando el resto de características.
Hasta que la ciencia no pueda demostrar la validez de los hechos supersticiones, con toda la retahíla de nuevos movimientos y religiones que llevan detrás, creer ciegamente en lo que diga el Tarot o el horóscopo demuestra que aun estamos en las cavernas bailando alrededor del fuego pidiendo a los dioses para que el disco solar aparezca al día siguiente.

Por cierto, la sección de los horóscopos se la asignan al becario o al periodista que no tiene nada mejor que hacer.

De vacaciones y exámenes


Después de unas semanas de desconexión total hay que volver poco a poco a la rutina, y que mejor manera de coger el hilo que volviendo a retomar los apuntes de Método y técnicas de investigación en comunicación de masas. Esto de volver a empollar, resumir, leer… es duro ya de por si, pero si encima se hace después de haber pasado un par de semanas relajantes por las tierras castellano-manchegas y del levante español, la cuesta se hace más empinada. Por suerte tengo un buen profesor particular que me ha hecho recordar las buenas prácticas para poder estudiar eficazmente; y es que en una carrera mayoritariamente práctica, eso de empollar se olvida y después vienen las agujetas mentales y los lloros cuando tenemos que enfrentarnos a las bestias negras de la carrera y Métodos es el rey de los bichos.
Estas vacaciones, además, han sido cogidas con ganas ya que, después de tres años enclaustrada en el Coc, sirviendo croquetas y canalones, ha sido el primer año, después de todo este tiempo, que he podido disfrutar del pueblo en el mes de agosto. Allí he podido realizar la labor de guía turística y enseñar los encantos de la Serranía Baja, sus paisajes inolvidables, el clima, las gentes, la comida…
También hemos hecho una incursión de dos días en Toledo, unos días sin incidentes automovilísticos a pesar del GPS y de la horrenda señalización provisional por obras. Es extraño que este viaje a la antigua capital del reino no acabara como mi viaje a Madrid: perdida, cabreada, medio arruinada por la feliz idea de hacer zona verde y/o azul a toda la puñetera capital y resignada ante la suprema inutilidad del GPS. Donde esté una buena guía…
Ahora estamos en un momento de recogimiento motivado por el susodicho examen. La idea, si todo sale bien y no surgen imprevistos (este verano nos ha hecho más tolerantes a los imprevistos que te cambian los planes), es la de hacer una incursión por tierras sorianas la segunda quincena de septiembre para terminar de quemar el cartucho de las bien merecidas vacaciones.


Por cierto la elaboración de esta estrada ha sido elaborada durante mis minutos de descanso del estudio, que luego mi profesor lo lee y se piensa que me he escaqueado durante su ausencia.
Foto realizada y cedida gratuitamente por Vaklam

lunes, 4 de agosto de 2008

Tren al infierno


Ayer no se nos ocurrió otra cosa que ir a la estación de Sants en metro. Esto no parece muy novedoso, el metro es la manera más rápida de moverse por cualquier ciudad, la novedad llega cuando los señores que controlan el transporte público deciden hacer reformas y cortan un tramo de una de las principales líneas de la ciudad a su paso por el centro neurálgico de ésta, provocando estragos en el tráfico y estrés emocional en los pasajeros. El tramo cortado, como digo, ha hecho que la peña haya tenido que hacer miles de cálculos para concluir cuál es la manera menos traumática de llegar de un punto A a un punto C con el punto B cortado y sin tardar, a poder ser, más de una hora en cubrir ese recorrido.
Toda esta parrafada para explicar que ayer se nos ocurrió ir a Sants cogiendo un tren en el Clot. Parece algo sencillo y más teniendo en cuenta que de esta manera nos podríamos haber ahorrado un cuarto de hora de metro, ya que el tramo cortado nos obligaba a hacer dos trasbordos kilométricos y cogiendo el tren nos evitaríamos sudadas por los pasillos de los intercambiadores. Craso error. Primero porque el tren tardó un cuarto de hora en pasar, así que el ahorro de tiempo se fue a hacer hostias consagradas, segundo porque el vagón parecía el puñetero infierno; me explico, se ve que el aire acondicionado, elemento imprescindible en cualquier transporte y más en el público, estaba jodido. Jodido pero bien, toda la gente que venía de pasar un día en la playa tuvo que aguantar una o dos horas de viaje a más de 30 grados con un índice de humedad de más del 90%.
Nosotros entramos en la estación de Clot, como he dicho, y solo teníamos que aguantar 15 minutos de viaje, pero aquello era insoportable: familias enteras con todos los aparatos de la playa, con niños pequeños, intentando que a estos no les diera una lipotimia. No exagero, los crios estaban llorando, los mayores sudando a chorro y encima el olor general era hediondo: una mezcla de salitre de mar, sal de sudor, sobaco y todo ello aderezado con unos cristales empañados y el cabreo por vernos sometidos a semejante vejación. Una cosa es sufrir los retrasos de Renfe y la otra tolerar que torturen a los usuarios sin aire acondicionado en Agosto a las 6 de la tarde.

viernes, 1 de agosto de 2008

Quo vadis?

Seguro que más de una vez os habéis preguntado porqué siempre sois vosotros los que os tenéis que apartar de la acera o modificar el rumbo cuando alguien va a interceptar vuestro recorrido. Seguro que pensáis que es un deber y una muestra de buena educación ceder unos centímetros y evitar así un choque, pero la verdadera razón por la que siempre tengamos que ser nosotros y no el otro, continúa siendo una incógnita.
Para intentar desentrañar los misterios de este extraño fenómeno estoy llevando a cabo un experimento singular. Harta de ser yo la que sin ningún motivo en especial siempre tiene que apartarse de su camino, decidí la semana pasada echar al asunto unos gramos de tozudez y concluí que a partir de ese momento no me movería de mi recorrido. Dicho y hecho.
Sin embargo, esto no iba a ser tan sencillo. El primer día me embargó una desazón terrible cuando vi que se dirigían directos hacia mí una pareja de unos cuarenta años, no tenían intención de ceder centímetros para evitar el choque, confiados en que, como siempre, la otra persona se apartaría sumisa bajo un sentimiento de falsa urbanidad. Yo me debatía entre dejar a un lado mi cabreo supremo para con todos los transeúntes o dar rienda suelta a mi deseo de comprobar hasta donde llega mi grado de tozudez. Finalmente ganó el segundo, alimentado por miles de situaciones en las que he tenido que ceder sin motivo.

Aquí me permito un paréntesis para aclarar un pequeño aunque importante punto que no me hará parecer un monstruo incívico. No me estoy refiriendo a no ceder cuando ves venir a un viejecito/a que no puede con las coplas de un ciego, una madre con el carrito del crío o alguien con una pata chunga; me estoy refiriendo a personas con las mismas capacidades que tú, ni más ni menos.

Hecho este inciso terminaré de relatar como acabó este encontronazo. Decidida a no variar ni rumbo ni velocidad por un paseo cual campo de trigo castellano, me di cuenta de que esto sería como el juego de a ver quién aguanta más tiempo frente a un coche que viene a toda velocidad. A menos de dos metros del inevitable choque, la pareja, desconcertada, tuvo que ceder centímetros para no chocarse con la chavala con cara de “pomes agres” que se les echaba encima. ¿Qué es lo que pensarían ante tal muestra de desvergüenza? no lo sé ni me importa, lo que si que sé es que posiblemente achacarían tal desconcertante situación al exceso de volumen de mis cascos unido a unas gafas de sol demasiado oscuras. Sea lo que fuere que pensaran, el caso es que esta nueva iniciativa me enseñó que a más velocidad, a cara con más mala leche y cuanto más oscuro sea el vestuario, más posibilidades hay de salir victorioso y de que no te pisoteen tu derecho a ir por la acera sin tener que variar el rumbo.
Aun a día de hoy sigo con el susodicho experimento y ya he podido sacar alguna conclusión interesante, si os cabrea que siempre seáis vosotros los que os tengáis que apartar, un consejo, compraros una muñequera con pinchos grandes y poned cara de mala leche, así nadie se arriesgará a tener un encontronazo con vosotros.